Con frecuencia, nuestra sociedad se ve sacudida por estallidos de violencia, etnofobia y fanatismo religioso que hacen cuestionarnos nuestra modernidad y nos remiten a periodos y acontecimientos oscuros del pasado. Es, precisamente, el conocimiento de este el que mejor puede servirnos de guía para saber por qué caminos no debemos transitar. Para ello, basta por ejemplo con abordar el análisis de la persecución de las comunidades conversas en la península ibérica del siglo XV. Un campo de estudio que comienza cuando la integración social, tras la conversión forzosa de 1391, parecía posible, sobre todo en algunos enclaves como las ciudades de la Corona de Aragón. Esta tendencia se invirtió con el auge del fanatismo religioso y el odio social desde mediados del siglo XV, empezando con la sentencia-estatuto de Toledo, y perduró hasta la instauración de los tribunales reales de la Inquisición. Tras las primeras décadas de actividad judicial, se renovó la integración de las posteriores generaciones conversas que se habían despojado de parte de su cultura hebrea, pero que habían perdido hasta entonces a un gran número de parientes ejecutados, empobrecidos bajo el peso de la infamia o forzados a huir en busca de una vida mejor.
