Triunfo de la católica religión. El auto de fe de Cuenca de 1654

Miguel Jiménez Monteserín

Diputación Provincial de Cuenca, 2010

Entre las pruebas que avalan el éxito histórico alcanzado en su cometido por el tribunal del Santo Oficio de España se halla con toda seguridad la de su definitiva identificación universal con la ceremonia empleada para hacer públicas sus sentencias. Confirma la eficacia de tales métodos publicitarios que la impronta de su huella social haya quedado grabada de modo indeleble en la cultura vulgar, hasta el punto de que mucho más que el tan denostado secreto procesal y a un paso del supuesto monopolio de la Inquisición en el empleo del tormento como procedimiento judicial para la verificación de confesiones y testimonios, el auto de fe, con harta frecuencia confundido con la posterior ejecución en la hoguera de las penas capitales impuestas a los delincuentes relapsos o reincidentes aparecidos en él, se ha convertido para muchos extranjeros, y en bastantes casos también para ciertos hispanos poco versados en las cosas de nuestro pasado, en confuso sinónimo de actuación inquisitorial. Decir esto no trata en absoluto de sostener como argumento apologético de índole nacionalista en favor de la actuación inquisitorial la popularidad, al parecer incontestada, del auto entre las masas. Sin embargo, como espectáculo destinado a ellas, parece que tal ritual tuvo muy numerosos adeptos mientras la Inquisición apoyó sin fisuras al sistema político hispano que denominamos Monarquía Católica. Reside a nuestro juicio la fortuna del método en que el auto proporcionó lugar y circunstancia adecuados para introducir en las conciencias de los súbditos del monarca hispano y de sus vecinos, lo incuestionable de la eterna victoria sobre el error de la verdad religiosa en que se sustentaba su programa político, en cuya irrefutable prueba eran reiteradas tales ceremonias que intentaban expresar lo unánime del compromiso social en favor del catolicismo.